A favor o en contra del Arte Digital


El uso de las ciencias informáticas y cibernéticas aplicadas a las artes plásticas suscita hoy no pocas polémicas entre especialistas, público y los propios cultivadores de lo que se ha dado en llamar arte digital. La primera de ellas es su propia validez, la categoría de arte aplicada a su práctica.

En la actualidad, cualquier reflexión en torno al tema parece válida, inmersos todos los juicios en una realidad común que ofrece pocas posibilidades de ese distanciamiento obligatorio que permite una visión más panorámica y, por ello, desapasionada de cualquier fenómeno.

El primer paso para llegar a algunas conclusiones parte de la propia definición de arte, que en nuestros días se ha llegado a complicar hasta extremos insospechados para las generaciones que nos precedieron. Arte no es ya sinónimo de belleza como lo fue en épocas pretéritas, donde la búsqueda de lo bello constituyó el pilar del interés de los pintores.

Recordemos tan solo esa obra de Goya en el Museo del Prado, Saturno devorando a sus hijos, que no puede contemplarse sin un estremecimiento, o los personajes atormentados y atormentantes de sus Caprichos o sus Divertimentos. Tampoco es necesario para nosotros admirar la copia fiel de la realidad como en la época de Leonardo , cuando lo más celebrado era el parecido exacto a la cosa representada.

Ya público y artistas han superado la necesidad de ver las cosas como son o como se ven y mucho más después del surgimiento, práctica y difusión masiva de la fotografía. Lejos ha quedado la obsesión por la luz y sus efectos cambiantes en el paisaje que cautivó a los impresionistas. Tampoco resulta importante representar las distancias, el movimiento, la cuarta dimensión o el subconsciente como lo hicieron en su momento la perspectiva, el futurismo, el cubismo y el surrealismo. El tema artístico también ha desaparecido frente a las construcciones abstractas de Mondian  o las creaciones iconoclastas más recientes de Andy Warhol .

Si bien es cierto que el arte en sí no evoluciona, como decía Picasso , porque la obra de arte permanece en el tiempo por sus valores, el devenir histórico ha demostrado que sí cambia el interés de los pintores, la manera de ver el mundo y con ello el público que juzga o disfruta. Porque la expresión en imágenes, mediante la sensibilidad o percepción personal del artista, de la realidad a través de un medio, hace que este se convierta también en artístico. Y en este aspecto el concepto de evolución sí es aceptable.

De los colorantes obtenidos directamente de la tierra y aplicados a las superficies rugosas de las cavernas con las manos, el medio artístico anduvo un largo camino hasta llegar al óleo, la tinta, la acuarela, para no mencionar las diferentes técnicas de grabado que se desarrollaron de forma paralela a la invención de la imprenta.

En este largo camino muchas ciencias y procesos tecnológicos que la humanidad fue poniendo a su servicio prestaron su concurso, como por ejemplo, la física y, en gran medida, la química orgánica e inorgánica hasta el punto de que hoy se hace posible, mediante un análisis de laboratorio, fechar una obra por medio de la determinación de la composición de los pigmentos empleados.

Cada época ha encontrado en las técnicas artísticas una vía de expresión para sus problemas existenciales y espirituales porque esa necesidad de expresarse es, sin dudas, una cualidad inherente al arte mismo y al hombre. Y la finalidad del artista frente a los espectadores, consumidores del arte, es hacer recordar, llamar, meditar. Pero indudablemente que en este propósito cada medio ha impuesto también sus propios límites.

La aplicación de la tecnología informática al arte no es ajena a toda esta problemática. Sin embargo, no pocos consideran más fácil aprender los programas de computación que las lecciones convencionales en las escuelas de pintura donde se dedican largas horas al entrenamiento manual.

Muchos artistas digitales, por su parte, aseguran que el dominio de los diferentes programas requiere de dedicación, estudio y horas frente a la pantalla de la computadora y que lo que parece sencillo no lo es en absoluto. Sea válida o no esta afirmación, lo que sí resulta evidente es que el talento del artista sigue siendo lo más importante. No importa si la obra está realizada con óleo, guache, carboncillo, o píxeles y mouse, lo que el artista tiene que decir, y su habilidad para expresar lo que quiere, sigue siendo ayer como hoy lo primordial.

Los nuevos medios no son los que hacen nacer los nuevos asuntos, sino el devenir de ese colectivo que llamamos cultura y humanidad. El arte digital se define ya como la nueva técnica para esta y para la época del futuro. Su desarrollo parece estar ligado a la comunicación y la intervención activa del espectador, pero su alcance es en realidad imprevisible aún para nosotros.